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Balbotín trabaja la manila en su estado tosco; la peina y la ablanda. A veces, la mantiene en su color natural, otras veces la tiñe. Junta, envuelve y enrolla la pita, ayudada por alambres de bronce o cobre. Estos se tornean y unen, consolidan y conectan las fibras, aportando un equilibrio estético y luminosidad a la obra.
El resultado son texturas que atraen, provocan, se iluminan y equilibran. Suspendidas en la Galería Artespacio, estas obras se elevan como cuerpos de apariencia liviana, de materialidad orgánica y rugosa, que invitan a ser tocadas. En conjunto, crean un espacio inmersivo, una experiencia sensorial que desafía las normas perceptuales tradicionales.
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